El rostro lo ilumina una gloriosa lampara Tiffany&Co, acristalada, abundante, y, en el giro de muñeca para mirar la hora, el tic-tac lo dicta la ingenieria de Audemars Piguet, un juego de engranajes suizo camino de la perfección, el reloj deportivo de lujo de acero inoxidable de la linea Royal Oak.

Un debate interno entre si Christian Dior o Lancôme, solo una fragancia impregnará las narices ajenas. En lo que se refiere al aliento, la edición ultrapremium de LÓr De Jean Martell sera la encargada de acompañar las corteses palabras, un coñac francés coronado como rey de reyes.

En el reflejo de la ventanilla trasera del Bentley se recoloca el cuello del traje Versace, sastreria personalizada de alta costura de finas terminaciones, y saca un peine comprado en Floris of London.

Los zapatos Salvatore Ferragamo, diseñados con un enfoque tan cientifico como creativo, dan gas y embrague. Embriagado de regocijo entre lujo y dinero camino hacia Venecia...




Lo que unos quieren y los otros no, los unos pueden y los otros no.

Conformemonos, o no.

¿El verdadero lujo? Que con mas o menos Glamour, todos somos un diamante en bruto.



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