Luces nórdicas


Tras dos largos días viajando a una velocidad de 1000 kilómetros por segundo, el viento solar alcanza la capa magnética de la Tierra y, en lo que debió ser un impacto violento contra la misma, nace el baile boreal. Un arco de colores se extiende por el horizonte danzando en el cambio de las formas; rizos, espirales y rayos; en el azulado, el rojizo, el morado o el verdoso. Un espectáculo ocular que nutre el alma, mostrándose como si gotas de agua pura deshicieran las acuarelas de Dios y este las dejara correr sobre el manto que recubre y vela nuestros sueños.


Y es que en ocasiones podemos ver fuera aquel reflejo de lo que habita en nuestro interior.


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