La nota sostenida libera su vibración más elevada y, abrazando el silencio, desacelera la pulsación del tiempo inmerso hasta alcanzar la siguiente; acaso un Do, acaso un Sol o acaso un Si. Un fino collar de luz pura encadenando las partes bajo el mismo cielo, perlas de agua dulce surtidas de un violín, una guitarra, una flauta travesera, un arpa o un piano de cola...


                           

En esta mágica composición de sonidos en armonía fruto de este arte humano, jamás hubo obra musical igual a otra. Todas ellas emergen con un aroma y un ambiente, un carácter propio, apropiado y especifico, un producto directamente derivado del compás de los latidos del corazón que la compone. En ocasiones resultan un reflejo de belleza de una realidad sublime, una realidad que solo otro corazón abierto esta preparado para leer.

Una música que cuando su intensidad es de piano se muestra en una sonrisa agradable, en el mezzoforte esa misma sonrisa se vuelve vital, y en el forte o fortissimo nace el caudal de la risa.
En el silencio de blanca, una profunda mirada...


Melodía

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